“Con Alicia López Vera se pierde una época, una de las últimas figuras que quedaba de una gran época del Teatro Estable. Ella era la mística de ese Teatro. Quería el trabajo y amaba pertenecer a un lugar donde las veleidades debían desecharse en función del trabajo en equipo, el respeto a los compañeros y lo que significa el Teatro Estable para la provincia”.

Con esas palabras el actor Ricardo Podazza se refiere al fallecimiento de la actriz tucumana Alicia López Vera, ocurrido esta mañana a los 77 años de edad, que generó enorme tristeza en la comunidad y el público teatral por su dedicación, compañerismo y amor a la actuación manifestados a través de una carrera de más de cinco décadas en el Teatro Estable, el Teatro Universitario y las tablas independientes.

En las redes los mensajes de despedida fueron incesantes para la actriz que participó en puestas como La Ronda (1972), Sacco y Vanzetti (1995), El Violinista en el Tejado (1999), El Jardín de los Cerezos (2003), Bodas de Sangre (2008), La Ópera de Dos Centavos (2009) y La Casa de Bernarda Alba (2013), habiendo sido dirigida por los más destacados directores de nuestro medio, entre ellos Carlos Olivera, Boyce Díaz Ulloque, Ricardo Salim, Bernardo Roitman y Nicolás Aráoz.

No sólo desde la propia actuación –en teatro y radioteatro- desarrolló su amor a las tablas, sino también desde el entrenamiento de actores, el diseño de vestuario y desde la mirada y el consejo atentos cuando sus colegas se los requerían.

Con un “aplauso homenaje” sus compañeros del Teatro Estable de la Provincia la despidieron anoche frente a la empresa Flores.

 Así la recuerdan sus compañeros:

La actriz y directora Lilian Mirkin evoca: “Alicia te escuchaba apasionada con esos ojos brillantes y siempre pensaba algo inteligente cargado de ironía y sensibilidad que te hacía reír y disfrutar de su sabiduría. Fue una valiente, se dedicó al teatro a pesar de la negativa de su padre y llegó a ser un pilar fundamental del Teatro Estable.  Llevaré sus palabras como un motorcito dentro de mí. Solo agradezco a la vida haberla conocido y aprendido tanto de ella, de su constante fuerza para vivir en la belleza de la simpleza. Alicia vivirá en cada actor y actriz que irradie ese halo de pasión y de verdad”.

Dice Podazza, “Fue sin dudas unas de las figuras del Teatro Estable. Teníamos un feeling especial; era mi amiga, mi compañera; compartimos momentos de nuestras vidas, nacimientos, casamientos, asaditos, cervecitas”. Añade que había en ella humildad y compañerismo. Podía no tener un papel en la obra, pero siempre se acercaba a dar su opinión. Un café con ella después del estreno era aleccionador, te daba consejos, te daba cariño”. Cuando hicimos Calígula, ella tuvo a su cargo trabajar conmigo el personaje –al margen del director-. Estuvo todo el tiempo, texto por texto. Aun después del estreno estaba presente para acomodarme el pelo, me pintaba, se ocupaba hasta el último detalle. Conocerla era saber que sus hijos y su familia eran prioritarios para ella, al margen de su carrera como actriz. Su escondite personal era su casa de San Pedro”.

La actriz Andrea Barbá la recuerda como “una actriz de gran presencia escénica, con una voz grave, única, de un corazón maternal para quienes supimos ser sus compañeros”. Dice que “en 2005, cuando yo acababa de ingresar el elenco del Estable y estábamos haciendo La Venganza de Don Mendo, bajo dirección de Bernardo Roitman, después de verme en la primera escena me tomó del brazo y me llevó al camarín. ‘Venite con el texto’, le dijo. Se sentó a mi lado y con un lápiz que ella tenía en la cartera me explicó: ‘A esta palabra se la articula de esta manera’; y me hizo poner el lápiz de manera horizontal entre los labios y me hizo repetir la palabra. ‘En esta frase hay una respiración, en esta coma se respira, y en este punto se cierra la idea’, me marcó. Así era ella, pasional, valiente y sobre todo una gran compañera”.

El actor Jorge García, que conoció a López Vera como espectador, cuando ella actuaba en un “café concert”, dice que fue “una excelente actriz y amiga, y una gran compañera en el escenario. Siempre dispuesta a ayudar a los otros actores, sobre todo a los que recién empezaban en la tarea actoral. Ese profesionalismo no dejaba atrás su sentido del humor; siempre tenía algún chiste o broma para hacernos sobre bambalinas, ni el público se salvaba porque siempre le gustaba antes de las funciones espiar a la platea. Nos hacía reír contándonos las caras que ponían nuestros conocidos o parientes”.

Lita Molina, asistente del Teatro Estable, apela al recuerdo personal y emocional: “Cuando falleció Carlos Olivera, en la soledad total de la noche ella estuvo ahí acompañándome, en una actitud amorosa y generosa. Era la compañera en todas las obras aunque no participara en ellas, siempre estaba presente ayudando, enseñando a interpretar determinadas frases. Las personas como ella deben ser recordadas no solo por su trabajo sino por sus valores”.

Oscar Zamora, al frente de la Dirección de Teatro del ECT, apunta que “Alicia le dio y le seguirá dando al Teatro Estable la luz de su sabiduría ancestral, el calor de su pasión ardiente y generosa, y la caricia de su palabra amorosa y constante para con cada uno de sus compañeros y compañeras de esta maravillosa aventura del teatro. ¡Hasta que se levante nuevamente el telón, mi querida Alicia!

El técnico Chicho Ortega menciona que “en el montón de años que trabajamos juntos las vivencias son incontables. Se nos fue de gira una compañera, una amiga, pero nos deja muchas cosas lindas. Ella era como de la familia, para mi hija fu su tía”.

Comenta Silvina Schliserman, asistente del Teatro Estable, que “La ‘Vieji’ siempre estaba pendiente de que los compañeros estuvieran tranquilos antes de un estreno. Era la madre de todos; si veía que a los más jóvenes les faltaba algún apoyo en la voz los ayudaba. Fue una gran actriz, pero por sobre todas las cosas un ser humano maravilloso. Cuando veía que faltaba algo de utilería, llevaba de su casa telas o sombreros y les entregaba a las chicas del taller de costura para que resolvieran. Siempre estaba ahí con el corazón y el cuerpo haciendo todo lo posible para que todo saliera bien. Siempre decía que los años que le quedaban quería dedicarlos a ayudar a formar a los jóvenes. Y lo hizo”.